Durante la última década, el evangelio del diseño digital ha sido la simplicidad. La estética minimalista —espacios blancos, iconografía abstracta y menús ocultos— se ha convertido en sinónimo de “buena experiencia de usuario” (UX). En el Colegio Prieste de Artes y Letras, hemos empezado a cuestionar este dogma. Nos hemos hecho una pregunta fundamental: ¿Es un diseño “limpio” lo mismo que un diseño “fácil” para el cerebro humano?
La respuesta, según una nueva e innovadora colaboración entre nuestros estudiantes de Grado, es un rotundo no.
Un proyecto de investigación que ha unido a estudiantes de nuestro Grado en Diseño Digital y Artes Interactivas (BFA) con los de nuestro Grado en Ciencias de la Computación (CS) e IA está utilizando una combinación de neurociencia aplicada y análisis de datos para medir la “fricción cognitiva” oculta tras las interfaces de usuario que, superficialmente, parecen perfectas.
Este trabajo no se basa en lo que los usuarios dicen que les gusta. Se basa en lo que sus cerebros hacen mientras luchan por navegar por la estética moderna.
El Laboratorio: Donde el Arte se Encuentra con el EEG
El proyecto, una colaboración entre el Estudio de Artes Interactivas del Prof. Matteo Costa y el Laboratorio de Computación Afectiva (vinculado al AELab), surgió de una frustración. Las pruebas de usuario tradicionales (A/B testing) miden los clics, las tasas de conversión y el tiempo en la tarea. Las encuestas miden la satisfacción autoinformada. Pero ambas fallan en capturar la experiencia subconsciente del usuario: la frustración, la confusión, la parálisis de decisión y la carga mental pura.
Nuestro equipo interdisciplinario se propuso medir precisamente eso.
El proceso comenzó con los estudiantes de BFA en Diseño Digital. Se les encomendó diseñar el prototipo de una aplicación compleja (una plataforma de gestión de salud personal) siguiendo las “mejores prácticas” de la industria: minimalismo, iconografía elegante y una navegación basada en gestos. El resultado fue estéticamente impecable. Era el tipo de diseño que gana premios.
Paralelamente, crearon una segunda versión: un prototipo “utilitario”. Era deliberadamente “feo” según los estándares modernos, con etiquetas de texto claras y explícitas en lugar de iconos, y menos capas de navegación.
El Experimento: El Fracaso del Diseño Elegante
Aquí es donde entraron los estudiantes de Ciencias de la Computación. En lugar de simplemente observar a los usuarios, instrumentaron un laboratorio de pruebas de “Neurodiseño”. Los participantes utilizaron los prototipos mientras estaban conectados a dos sistemas:
- Seguimiento Ocular (Eye-Tracking): Para mapear dónde miraba el ojo del usuario, midiendo la “fijación” (cuánto tiempo se detenían) y el “recorrido sacádico” (la velocidad y el patrón con el que el ojo saltaba por la pantalla).
- Electroencefalografía (EEG) Portátil: Se utilizaron diademas de EEG no invasivas para medir la actividad eléctrica en las cortezas prefrontal y parietal, áreas del cerebro asociadas con la toma de decisiones, la memoria de trabajo y la carga cognitiva.
Los resultados fueron inmediatos e inequívocos. Y para nuestro equipo de diseño, fueron un fracaso profundamente instructivo.
En el prototipo “bonito” y minimalista, los datos de seguimiento ocular mostraron “patrones de caza”. Los ojos de los usuarios barrían frenéticamente la pantalla, buscando pistas. Se detenían en iconos abstractos durante preciosos milisegundos, intentando recordar qué significaba el símbolo.
Los datos del EEG confirmaron esto. Los estudiantes de CS identificaron picos claros en la actividad de las ondas Beta, un correlato neurológico directo de la “carga cognitiva” intensa. Los usuarios estaban experimentando estrés y parálisis de decisión, a pesar de que la interfaz parecía simple. La necesidad de “recordar” la función de un icono imponía un impuesto mental que la navegación basada en clics no lograba capturar.
Por el contrario, el prototipo “feo” con etiquetas de texto explícitas, aunque visualmente abarrotado, fue un éxito cognitivo. Los patrones de seguimiento ocular fueron limpios y directos. Los usuarios encontraban la información en una fracción del tiempo. Y los datos del EEG mostraron una carga cognitiva significativamente menor.
Conclusión: Diseñando para el Cerebro, No para la Galería
Esta investigación, que será presentada en una próxima conferencia sobre Interacción Humano-Computadora (HCI), desafía una década de diseño de interfaces. Demuestra que la industria ha estado optimizando para la estética en lugar de para la cognición. El minimalismo visual, a menudo, simplemente transfiere la complejidad del diseñador al usuario, obligando a su cerebro a trabajar más duro para descifrar el sistema.
Este es el modelo del Colegio Prieste de Artes y Letras en su máxima expresión. No estamos satisfechos con las respuestas estándar de la industria. Nuestros diseñadores (BFA) ahora entienden que la verdadera elegancia no es visual, sino neurológica. Y nuestros ingenieros de IA (BSc) están utilizando sus habilidades no solo para construir sistemas autónomos, sino para comprender al humano al otro lado de la pantalla.
No estamos diseñando aplicaciones. Estamos diseñando para la mente humana. Y hemos aprendido, de forma cuantificable, que “bonito” y “simple” no son, en absoluto, la misma cosa.
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